domingo, 5 de junio de 2011

MATA HARI

Margaretha Geertruida Zelle, holandesa de nacimiento, fue la niña mimada de su papá, excesivamente protector, suplió la ausencia de su esposa fallecida, con  cariño complaciente.  La belleza la caracterizó desde su infancia, recibiendo desde jovencita innumerables ofertas de matrimonio, aunque a ella le excitaba y cautivaba los uniformes militares por eso se decantó por un oficial, mucho mayor, que la trasladó a Java en donde tomó contacto con la cultura en la que se fraguaría el imaginario de sus mentiras y las leyendas sobre su procedencia. Tras fallecer su hijo se inclinó por una vida disoluta, la búsqueda del placer a través de técnicas sofisticadas orientales, con las que alcanzó el éxtasis, la alejaban de la desolación claustrofóbica de su desgarradora pena.
Se separó de su esposo, y se instaló en París, fue en esta ciudad, en donde inventó un pasado sobre sus orígenes orientales, las penurias económicas activaron su ingenio y aunó esfuerzos por elaborarse una biografía plagada de elementos exóticos que incrementaron su aureola de magnetismo. Se inventó un nombre que conjuntaba con su mirada felina e hipnótica; Mata Hari (Ojos del amanecer), danzaba envuelta en delicadas tules y sedas orientales, el cimbreo exuberante de sus caderas enloquecía a los militares de alto rango y a los políticos más influyentes, deseaban a aquella mujer que bailaba despojándose de alguna prenda pero que nunca mostraba del todo su cuerpo desnudo, para gozarlo debían pagar de seiscientos a mil francos, una cortesana sofisticada despertaba la lujuria más por lo que escondía que por lo que enseñaba, el erotismo residía en el misterio que paradójicamente era irreal aunque procedía de los delirios de prestigio y reconocimiento social que anheló desde la niñez.
Las relaciones con personajes influyentes, acrecentaron su sed de protagonismo, la víctima de sus falacias, se erigió como mensajera de información en una época, la Primera Guerra Mundial, en que participar de esos juegos te convertían en el blanco de cualquier traición o en el chivo expiatorio de los servicios secretos cuando lo único que le importaba era enaltecer su prestigio social. Mantenía contactos con los oficiales de los ejércitos franceses y alemanes, sexo, pero nunca se demostró que fuera confidente de sus secretos pero los temores de cuanto hablaron si la condenaron.
Mata Hari considerada paradigma del espionaje es todo lo opuesto a la concepción del mismo. Todo el mundo la deseó pero nadie abogó por su salvación cuando la fusilaron, la abandonaron a su suerte.
El mundo de fantasía que trasladó a la realidad fue lo que la condujo a la muerte. La que dibujo su historia de vida, la que la mantuvo prisionera de sus mentiras. El hedonismo, la ahogó, la miseria humana superficial e intrascendente la condenó sin conmiseración. Tan sólo la leyenda resarce al personaje, ya que, la dimensión de la persona quedará para siempre diluida en el imaginario colectivo.

DEDICADO A DIEGO CB    

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