domingo, 15 de mayo de 2011

JUANA I DE CASTILLA

Juana I de Castilla, apodada “LA LOCA”, heredera de un incipiente Imperio que jamás gobernó, fue la víctima de la ambición de su padre; Fernando “El Católico”, su marido; Felipe, archiduque de Austria y de su hijo, Carlos I de España y V de Alemania.
Sus padres la educaron para someterse a la voluntad, de ellos, justificándolo en una aparente carencia de fortaleza para encauzar los asuntos de Estado. La fragilidad que argüían, paradójicamente, era su propensión hacia la espiritualidad, que es la característica que la acercaba a las inquietudes del pueblo pero la alejaba de los intereses geoestratégicos que determinaron la política durante la Edad Moderna.
Su matrimonio con Felipe, “El Hermoso”, archiduque de Austria, duque de Borgoña, respondía a la necesidad de cercar a Francia, e imposibilitarla para establecer alianzas con sus países vecinos. Aquella jovencita emprendió un largo viaje, hacia el cumplimiento de un deber impuesto que ni ella misma alcanzaba a cuestionar sobre que legitimidad se cimentaba. El instante en que ambos jóvenes se conocieron, tuvo los mismos efectos que un volcán en erupción, la sensibilidad de Juana la predisponía a amar con pasión, y la belleza de caballo salvaje y desbocado de Felipe la despertó. La ceremonia del matrimonio se ofició con gran celeridad, a los jóvenes les dominaba un poderoso deseo concupiscente de consumar su amor, ardorosamente, incandescentemente permanecieron durante días y días encerrados en la habitación del palacio que guarda los secretos de la intimidad de unos actores que sólo allí eran unos amantes furtivos para el resto era una cuestión de Estado.
Felipe, cuyo apodo no era lo suficientemente descriptivo para con sus dotes amatorios, el de semental se asemejaría a su personalidad se redujo a la autosatisfacción de un capricho consumado, para Juana fue la entrega total y absoluta del que se despoja de los sentimientos íntimos para compartirlos con el otro. La sometía la vulnerabilidad del que ama sin temor a la entrega, la dependencia emocional no era fruto de una enajenación sino del valor que responde a desnudarse el alma. Los devaneos continuos de Felipe, la herían, la impulsaban a cometer actos delirantes ofuscada por un amante que nunca la estimó por su conocimiento.
La muerte prematura de Felipe, la desestabilizó, la inhabilitó para enfrentarse a la realidad, necesitaba de las muestras de afecto de su padre e hijo,  los cuales se comportaron del mismo modo epidérmico que su difunto marido, encerrándola en una mazmorra lúgubre, fría,  tan muerta como el alma de Juana, y tan despiadada como la ambición de Fernando, y de Carlos.
Loca, es el adjetivo que emplearon aquellos que desprestigian a la historia mediante su uso maniqueo para tapar la ambición……de los falto de escrúpulos, enferma sí, de amor, el que le fue negado.
DEDICADO A MARI CARMEN MONTOYA

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