Simone, se responsabiliza de sí misma, toma conciencia y acepta el reto de ser la protagonista de la historia de su vida. La elección de Sartre como esposo responde a una afirmación de su “Yo” no a una deriva de él. Amaba la vida y todo lo que de ella se desprende; la belleza inherente de sus paisajes, la solidez , la camaradería de la profunda y auténtica amistad, su conciencia de persona inteligente abierta a cualquier detonante que la empujara hacia el descubrimiento de su multiplicidad de posibilidades.
El amor que se profesaban Sartre y Simone, era por encima de todo una excepcional dialéctica espiritual otorgándoles una libertad de actuación, que los desencadenaba y al unísono los equiparaba y unía mediante su búsqueda del conocimiento del mundo. Eran amantes y amigos, pero la relación sexual era secundaria, de manera que cabían las relaciones satélite, ¿para qué privarse del descubrimiento vital de otras sensaciones? Si ambos sabían que eran almas indisolublemente unidas.
La ocupación nazi, de Francia, la despierta de su letargia y la convierte en prisionera de la historia. La conciencia de su muerte emerge, somatiza la desgracia, la zozobra, la desesperación, el miedo al enemigo invisible que te atrapa a medianoche cuando ya no se descansa en paz. La falta de compromiso político conlleva un posicionamiento, no se puede eludir la responsabilidad intrínseca en la propia interacción social.
Al final de la guerra, empiezan a fluir ideas, hasta entonces inconexas, dispersas, que anotaba anárquicamente pero que no lograba cohesionar, las ordena y se formula la siguiente pregunta; ¿en qué consiste ser mujer? Las respuestas empiezan a fluir se conviertan en afirmaciones que no se había cuestionado, que las daba por supuestas, mitos que descomponer, ha sido educada en un mundo forjado por y para el hombre y no se ha revelado, no los ha destruido los ha interiorizado y asumido como genuinos. El hombre y la persona nunca han entrado en confrontación conceptual, la mujer por el contrario posee un rol de “objeto” que la pervierte como ser humano y la deslegitima para reclamar cualquier derecho. Todo ello se puede combatir reconociéndose en cada una de ellas a la persona. Reivindica, por primera vez, en la historia, a la mujer como agente motor del mundo, no se trata de destruir al hombre sino de encontrar un lugar para la mujer, interactuando ambos en el desarrollo de la vida. La mujer, acciona frustradamente porque no se relaciona como individuo.
En definitiva Simone pretende la reconversión de arquetipos, todos y cada uno de nosotros somos responsables del funcionamiento colectivo desde un plano de igualdad que no homogéneo y mucho menos de sometimiento y subyugación de ninguno de los sexos sino desde la libertad de pensamiento y acción.
DEDICAT A CONXITA GARCÍA