Duquesa de Ferrara, procedente de una de las familias que convirtieron el uso de la manipulación , la corrupción, la vejación, el asesinato en un modo de ejercer política, desde la apariencia de grandes y doctos estadistas de moral intachable, LOS BORGIA.
Las contrariedades de su carácter que engendraron cientos de leyendas acerca de su conducta responden al juego táctico que inventó su familia para ostentar y mantener su poder. Abnegada debió de acatar y aceptar la arbitrariedad de las decisiones de su padre, el papa Alejandro VII y de su hermano, César.
Bellísima, de exquisita educación refinada y profunda cultura, animó a la proliferación de las artes. Por sibilinos intereses políticos, se casó en tres ocasiones, aunque amó intensamente a su primer esposo.
Lucrecia jamás dejaba indiferente a quienes la conocían y disfrutaban de su compañía, desatando la más grandes de las pasiones y el más desmedido de los odios por la incapacidad de poseerla, dominarla o someterla.
Ojos verdes, como esmeraldas, con la calidez de los ojos marrones, ahí radica la fuerza, la complejidad y el vigor de su talante.
En Ferrara, tomo decisiones políticas de gran envergadura que le obsequiaron con la devoción y la fidelidad de sus habitantes.
Sus decisiones políticas se fundamentaban en el conocimiento, el de la vasta cultura que la formó, sin maniqueos que la afincaran eternamente en el poder. El Renacimiento y su consiguiente florecimiento artístico le debe a Lucrecia, como una de sus principales mecenas, prácticamente un tercio de su configuración.
Los rumores, las difamaciones, los cuestionamientos sobre su moralidad y sobre lo retorcido de sus preferencias sexuales se fraguaron desde la Iglesia, que desvirtuó su imagen porque les restaba importancia como promotores de cultura, y des del poder fáctico masculino desbordados por tanto cumulo de virtudes, se sentían incapaces de seducirla, la ensuciaban con ignominias por no poder satisfacer sus deseos ocultos de posesión.
DEDICADO A CRISTINA ALAMAR
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