La historia de la fábula contemporánea presenta a las mujeres como seres indefensos desprotegidos susceptibles de ser orientados por su condición frágil y vulnerable, este es un mito erróneo que se puede desarticular ubicándonos, ya en la Prehistoria, todas las representaciones pictóricas y escultóricas nos presentan a la madre naturaleza, como fuente de subsistencia, mujer de grandes pechos, capaz de alimentar, semilla de vida.
En la Edad Antigua, se suceden las leyendas de las grandes Amazonas, es decir, culturas matriarcales claramente enfrentadas a la preponderancia masculina, e incluso fuente de ayuda ante una sociedad en declive.
La dualidad egipcia entre una concepción del mundo masculina y femenina es descriptiva en cuanto a la necesidad de la simbiosis entre ambos rasgos para evolucionar hacia un florecimiento cultural.
Todas las culturas asiáticas cuentan con una mitología repleta de diosas guerreras que interfieren en el curso de la historia cuando la ineficacia de las decisiones postuladas por argumentos exclusivamente masculinos desencadenan el declive de su civilización.
Si tomamos como referente a La Biblia, concretamente El Antiguo Testamento, y la simbología intrínseca que se desprende de ella, observamos como los pasajes referentes a la conquista de Palestina, son el resultado de la pericia masculina, aunque ante acontecimientos que amenazan con la desmembración del país se recurre a la templanza y a la racionalización de la concepción femenina que se erige como heroína indiscutible.
Las leyendas constatan la función activa de la mujer en el devenir histórico, puede interpretarse como un deseo colectivo,o como un motor consubstancial e imprescindible a la misma esencia que sostiene la vida.
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