martes, 26 de abril de 2011

FRIDA KAHLO

Magdalena Carmen Frida Kahlo, mexicana, de padre judío, se erigió como la pintora más importante del siglo XX que encuadra a la iconografía de su país. La experiencia vital, centra la temática de su obra, azarosa, lúgubre, tormentosa, resquebrajada pero luminosa.
Toda su vida, sufrió unos dolores físicos y emocionales fortísimos condicionando su concepción del mundo. Enfermó de poliomielitis dejándole como secuelas una leve cojera y un accidente de autobús le desquebrajo su columna vertebral.
Los retazos de vida los pinta mediante la técnica del autorretrato, deshecha las corrientes del Surrealismo europeo, e introduce el colorido y la cosmogonía mágica del folklore mexicano. La reproducción de su rostro aunque descriptivo en lo trágico se equilibra con la fuerza de colores fuertes, desolación, sí, porque es un dolor personal, intransferible, pero desesperanzador, no, porque se encaja dentro de la vida con todas las connotaciones de pasión que el universo propone.
Diego Rivera, muralista por antonomasia, rebelde combatiente del sistema, se convirtió en su marido a pesar de duplicarle en edad. La introdujo en un mundo ausente de convencionalismos sociales, de transgresión de valores contemporáneos, comunista, sí pero no dogmático lo que comportó la expulsión del mismo. Su relación muy visceral y pasional se basó en la inestabilidad, los celos, la posesión y la infidelidad pero jamás en la deslealtad ni personal, ni profesional. Viajaron a los Estados Unidos, en donde Frida se inicia en la homosexualidad, la mayoría de sus relaciones sexuales a partir de ese momento fueron con mujeres. A ella le reportaban una satisfacción concupiscente de éxtasis infinita y paradójicamente la sumía en un sentimiento muy cercano a la maternidad por su incapacidad para gestar un embarazo.
Chavela Vargas fue una de sus múltiples amantes femeninas, para Frida tan sólo fue una experiencia más de sensualidad artística y erótica pero para la grandísima Chavela significó el conocimiento del amor en su estado más profundo, más grandioso y sublime. Una de las canciones más bellas que hablan de la secuencia amorosa, y física que sucede tras la fusión de dos cuerpos, la escribió Chavela inspirándose en los sentimientos que le suscitaba su relación con Frida: “ Amanecí otra vez, entre tus brazos, y desperté llorando de alegría, me cobije la cara con tus manos, para seguirte amando todo el día, te despertarte tú ,casi dormida, tú me querías decir no sé qué cosa, pero callé tu boca con mis besos, y así pasaron muchas, muchas horas, cuando calló la noche apareció la luna y entró por la ventana, que cosa más bonita cuando la luz del cielo iluminó tu cara, yo me volví a meter entre tus brazos, tú me querías decir no sé qué cosa pero callé tu boca con mis besos y así pasaron muchas, muchas horas.

DEDICADO A INMA RODRÍGUEZ Y A ENRIQUE NIETO ACERO

domingo, 17 de abril de 2011

LUCRECIA BORGIA


Duquesa de Ferrara, procedente de una de las familias que convirtieron el uso de la manipulación , la corrupción, la vejación, el asesinato en un modo de ejercer política, desde la apariencia de grandes y doctos estadistas de moral intachable, LOS BORGIA.
Las contrariedades de su carácter que engendraron cientos de leyendas acerca de su conducta responden al juego táctico que inventó su familia para ostentar y mantener su poder. Abnegada debió de acatar y aceptar la arbitrariedad de las decisiones de su padre, el papa Alejandro VII y de su hermano, César.
Bellísima, de exquisita educación refinada y profunda cultura, animó a la proliferación de las artes. Por sibilinos intereses políticos, se casó en tres ocasiones, aunque amó intensamente a su primer esposo.
Lucrecia jamás dejaba indiferente a quienes la conocían y disfrutaban de su compañía, desatando la más grandes de las pasiones y el más desmedido de los odios por la incapacidad de poseerla, dominarla o someterla.
Ojos verdes, como esmeraldas, con la calidez de los ojos marrones, ahí radica la fuerza, la complejidad y el vigor de su talante.
En Ferrara, tomo decisiones políticas de gran envergadura que le obsequiaron con la devoción y la fidelidad de sus habitantes.
Sus decisiones políticas se fundamentaban en el conocimiento, el de la vasta cultura que la formó, sin maniqueos que la afincaran eternamente en el poder. El Renacimiento y su consiguiente florecimiento artístico le debe a Lucrecia, como una de sus principales mecenas, prácticamente un tercio de su configuración.
Los rumores, las difamaciones, los cuestionamientos sobre su moralidad y sobre lo retorcido de sus preferencias sexuales se fraguaron desde la Iglesia, que desvirtuó su imagen porque les restaba importancia como promotores de cultura, y des del poder fáctico masculino desbordados por tanto cumulo de virtudes, se sentían incapaces de seducirla, la ensuciaban con ignominias por no poder satisfacer sus deseos ocultos de posesión.
DEDICADO A CRISTINA ALAMAR




domingo, 10 de abril de 2011

LEYENDAS


La historia de la fábula contemporánea  presenta a las mujeres como seres indefensos desprotegidos susceptibles de ser orientados por su condición frágil y vulnerable, este es un mito erróneo que se puede desarticular ubicándonos, ya en la Prehistoria, todas las representaciones pictóricas y escultóricas nos presentan a la madre naturaleza, como fuente de subsistencia,  mujer de grandes pechos, capaz de alimentar, semilla de vida.
En la Edad Antigua, se suceden las leyendas de las grandes Amazonas, es decir, culturas matriarcales claramente enfrentadas a la preponderancia masculina, e incluso fuente de ayuda ante una sociedad en declive.
La  dualidad egipcia entre una concepción del mundo masculina y femenina es descriptiva en cuanto a la necesidad de la simbiosis entre ambos rasgos para evolucionar hacia un florecimiento cultural.
Todas las culturas asiáticas cuentan con una mitología repleta de diosas guerreras que interfieren en el curso de la historia cuando la ineficacia de las decisiones postuladas por argumentos exclusivamente masculinos desencadenan el declive de su civilización.
Si tomamos como referente a La Biblia, concretamente El Antiguo Testamento, y la simbología intrínseca que se desprende de ella, observamos como los pasajes referentes a la conquista de Palestina, son el resultado de la pericia masculina, aunque ante acontecimientos que amenazan con la desmembración del país se recurre a la templanza y a la racionalización de la concepción femenina que se erige como heroína indiscutible.
Las leyendas constatan la función activa de la mujer en el devenir histórico, puede interpretarse como un deseo colectivo,o como un motor consubstancial e imprescindible a la misma esencia que sostiene la vida.

domingo, 3 de abril de 2011

MANIFIESTO DE SENECA FALLS: DECLARACIÓN DE SENTIMIENTOS

El primer manifiesto feminista que reivindica los derechos de las mujeres se plasma en un documento denominado “Manifiesto de Seneca Falls o Declaración de sentimientos” impulsado por Lucrettia Mott y Elizabeth Cady Stanton en 1848.
Las mujeres amparándose en la “Declaración de Independencia” norte-americana reivindican sus derechos a participar en el ámbito político, feudo históricamente desarrollado, exclusivamente por los hombres.
Los antecedentes que propiciaron la elaboración de este documento, los encontramos en la lucha de los grupos anti-esclavistas femeninos, ambos sometidos a la voluntad del hombre blanco y en clara contraposición  con los derechos de la Constitución a la “inalienable búsqueda de la libertad de espíritu”.
Este documento se redactó en aras a la transformación social y política, colaborando en su elaboración  treinta hombres y setenta mujeres.
El contenido del mismo establece que la felicidad de la mujer  se halla en un nivel superior a cualquier derecho natural atribuido al hombre.
Las leyes no pueden ni deben impedir que la mujer ocupe en la sociedad la posición que le dicte su conciencia.
El hombre se considera intelectualmente superior a la mujer e inferior moralmente, por tanto es la mujer la que debe oficiar las reuniones religiosas.
La virtud y delicadeza consideradas como características femeninas, deben de ser exigidas al hombre, y cualquier quebrantamiento de la ley ser juzgado con el mismo baremo.
La mujer debe de abandonar la actitud complaciente y acomodada que le impide tomar una determinación en la vida, por tanto si se forman sus propias opiniones se encontrarán en condiciones de apelar a su derecho al voto.
De todas las mujeres que participaron en articular este revolucionario documento, tan solo una, Charlotte Woodward, presenció las primeras elecciones presidenciales en la que la mujer pudo ejercer su derecho al voto en 1920.