Mary Douglas Nicol Leakey (1913-1996) nació, amó y vivió como arqueóloga, es inconcebible aproximarse a la biografía de esta científica, sin obviar que la prospección de su vida se diluye en la prospección de campo. Fue una niña precoz, sus juegos no consistían en la mera imitación de la conducta del adulto, necesitaba descubrir cuáles eran los engranajes que articulaban la historia de la humanidad. Su espíritu inquieto la abocaba indefectiblemente hacia la experimentación, no se conformaba con las lecciones fundamentadas en dogmas absolutos aprendidas en su escuela de monjas londinense. Tan molesto le resultaba la falta de inquietudes académicas que se jactaba de ridiculizarlas con bromas que habían ocasionado la movilización de un gran número de ellas tras explosionar uno de los laboratorios de química como consecuencia de uno de sus experimentos. La expulsaron de varios colegios católicos aunque cabría preguntarse si por la obstinación de Mary para con el conocimiento, o por la de su madre empeñada en inculcar una educación convencional a una niña cuya amplitud de miras se proyectaba mucho más allá de la norma establecida.
Cercana a su casa, se encontraban algunas cuevas Prehistóricas, Mary en su afán expeditivo, se adentraba en ellas, armada con lápiz y papel, reproduciendo detalladamente todas las representaciones pictográficas que observaba, ese don artístico lo había heredado de su padre, Erskine Nicol, pintor de paisajes. Progresivamente fue confeccionando un manual ilustrado de las herramientas fabricadas por el hombre.
Admiraba a un antropólogo, especialista en el estudio de homínidos, cuyo campamento base se encontraba ubicado en la Garganta de Olduvai (Tanzania), el Dr. Louis Leakey, Mary decidida a conocerlo y sin ningún temor a no ser recibida, se presento ante él, no podemos saber lo que le comentó, o con que intensidad argumentó, pero si podemos afirmar que Louis abandonó a su esposa y se casó con Mary. Ambos se trasladaron al Yacimiento arqueológico, en donde Mary contribuyó con sus descubrimientos a entroncar al homo habilis con el homo sapiens, estableciendo un período de convivencia entre las dos especies que abarcaba dos millones de años. Su formación autodidacta en geología y la minuciosidad para sustraer vestigios cuyas dataciones esclarecieran las dudas en la cadena evolutiva la situaron ante un nuevo hallazgo; una pista de 89 metros de largo en donde quedaron marcadas las huellas del homo habilis, estas muestras ratificaron la teoría en cuanto el homo habilis se desplazaba de forma bípeda y contribuyeron a poderse descifrar las claves del estilo de vida durante el Pleistoceno.
El eje central de su vida lo conformaron la arqueología, su esposo, hijos y nietos, impartió conferencias en muchos y diversos países. Cuando decidió retirarse se trasladó a una colina desde donde divisaba la Garganta de Olduvai, su fuente de inspiración para seguir redactando artículos hasta el día de su fallecimiento a la edad de ochenta y tres años.
En una entrevista concedida hacia el final de sus últimos días de vida afirmó: “lo que he hecho en mi vida lo he hecho porque quería hacerlo y porque me interesaba”
DEDICADO A DOS ARQUEÓLOGAS Y UN HISTORIADOR DE VOCACIÓN Y/O CORAZÓN: VICENTA RAMIREZ MANZANO, CRISTINA ALAMAR Y MIGUEL BELTRÁN VIDAL
No hay comentarios:
Publicar un comentario